martes, 4 de marzo de 2014





LAS ILUSIONES PERDIDAS

Tomo el título de la novela de Balzac, que junto a otras novelas ha recibido el nombre de "novelas de formación", por la ligazón del proceso de formación y paso a una edad adulta con un proceso de pérdida de las primeras ilusiones, de los sentimientos de la infancia o de la adolescencia, o del venirse abajo de toda una manera de sentir o de experimentar la realidad.

Cuando leemos la biografía o algunas de las obras de autores románticos en muchos casos nos llama la atención algo extrañamente adolescente que perpetuamente acompaña su obra. Podríamos reformularlo en el sentido en que nos hallamos con personalidades que son adolescentes toda su vida. De una manera, creo que injusta, asociamos el proceso de maduración con el proceso de pérdida de las ilusiones o de las esperanzas.


Esta idea (o puede que quizá mito?) se ha mantenido hasta ahora, en realidad. Hace poco escuchaba una canción de un grupo de música llamado "Celtas cortos" ( se oían bastante en los primeros noventa). La canción a la que me refiero se títula "20 de Abril del noventa". Para el que no recuerde o no haya escuchado la misma la resumiré un poco. El título de la canción es la cabecera de una carta que un joven (que por el contexto parece haber pasado los veinticinco) le escribe a una antigua novia de la que no tiene noticias hace tiempo. El núcleo de la  canción lo constituye la evocación de un momento situado en el pasado "¿Recuerdas aquella noche en la cabaña del Turmo"? Las risas que nos hacíamos antes todos juntos. Hoy no quedan casi nadie de los de antes y los que hay !han cambiado!". Mas adelante la "carta" se orienta al presente, a la cotidianidad gris.

El interés que creo que tiene hacer alusión a la letra de la canción es que creo que enfoca muy bien una experiencia que creo que hemos tenido todos alguna vez. La idea de una experiencia de acercamiento excepcional a los otros, la experiencia de una especial unión con los otros, de una vida mas alta y mas auténtica. No es extraño que la experiencia se sitúe en la noche, que es donde se produce la ruptura de la barrera del yo y aparece el entusiasmo de ser uno entre otros.

Normalmente este tipo de experiencias suelen  ser mediatizadas por la industria de ocio, en la juventud. Las experiencias de éxtasis que se propician en la adolescencia y en la primera juventud lo que buscan es alcanzar el máximo placer con el mínimo esfuerzo y así este tipo de experiencias del estar con los otros se ocultan. El estar con el otro ya no es una vivencia profunda, sino que se va trasformando en un modo de pasarlo bien. Todo deseo de profundidad en las relaciones, de intimidad con los otros es desviado por unos objetivos un tanto superficiales. Normalmente quedan grupos mas marginales de jóvenes en los que se da esa vivencia, en la medida que se da un rechazo de los valores del sistema.

Por otro lado el periodo del final de la adolescencia y la primera juventud es una etapa crucial en la inserción de el chico o la chica en el sistema social ( a través de la inserción en los estudios universitarios). En estos casos la o el joven tiene que hacer un duro aprendizaje, el de sujetarse a un proceso de autodisciplinamiento. Por otro lado debe a proceder a la renuncia a los ideales de la juventud de los que hablábamos antes. Al joven le es inculcada la denominada ideología del rendimiento (utilizo la terminología que utiliza Jürgen Habermas en su obra Problemas de legitimación en el capitalismo tardío). Esta ideología es una de las maneras de enganche que tiene el sistema capitalista sobre la población, consistente en mantener la ficción de que los esfuerzos de los trabajadores son retribuidos. Debido a que los jóvenes son subsumidos en el sistema tienen que aprender un sistema de gratificación diferida en el cual el esfuerzo es recompensado por mercancías,

La inserción en ese mundo supone un cambio radical de visión de la realidad por los jóvenes. Éstos deben aprender que este tipo de vivencias, anhelos de la época de juventud son imposibles. Esto supone un aprendizaje brutal de cinismo. El sujeto experimenta una atrofia en el modo de experimentar la realidad (por otro lado si quiere adaptarse bien en el sistema no le queda otro remedio). La realidad afectiva con la naturaleza, la ternura hacia los otros deben cambiarse por un sistema de gratificaciones controlados (el afecto debidamente enderezado en la relación de pareja, el sexo también regulado por unos códigos estrictos, unas mínimas satisfacciones intelectuales y estéticas, un ocio insípido) Quien quiera evitar ésto debe saber que o bien se refugia en subculturas bohemias en las que se pueda realizar en ese sentido o debe asumir la marginación como forma de vida.

Si acaso puede resultar un tanto pesimista el análisis que estoy haciendo, lo que voy a decir a continuación va a ahondar todavía más en el pesimismo. Y es que tengo la impresión de que he trazado una visión de la adolescencia bastante idealizada. Quiero decir que he insistido en una visión romántica de la adolescencia, cuando a lo mejor no es así. Así la socialización en los valores capitalistas habría arrasado la idea romántica de la adolescencia. No quiero con este viraje cometer una injusticia acerca sobre cómo son los adolescentes hoy, pero creo que la penetración del capitalismo en la adolescencia es muchísimo mayor que en otras épocas.

Pero hoy la ideología del rendimiento se ha venido abajo. Con la crisis del capitalismo y las medidas económicas brutales que se están adoptando el capitalismo está perdiendo fuerza a la hora de atrapar a la gente en su sistema de valores. Ya nadie se cree el cuento de que hay una retribución a los esfuerzos realizados. La niebla de la alienación que nos separa a los unos a los otros se va haciendo mas delgada. Nunca como ahora se había dado la posibilidad de una nueva relación con los otros, de una existencia en común, reivindicación de la vida que habíamos creído perdida y hemos vuelto a encontrar. La revolución supone una "transvaloración"  de los valores (tomo a Nietzsche el término), la mas importante la de cómo nos relacionemos los unos con los otros.Pero ante todo deben caer las mascaras en las que se habían vuelto nuestros rostros, a fuerza de la rigidez, la arrogancia y de un individualismo estúpido. Así hemos de recuperar un rostro humano

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