martes, 11 de febrero de 2014



SOCIEDAD PUNITIVA

Llama la atención la reciente ola de fanatismo vengativo que se ha desatado en este país tras la invalidación de la "doctrina Parot". Da la impresión de que se hubiera decretado una amnistía general y se hubieran vaciado las cárceles de delincuentes que ahora estarían merodeando por pueblos y ciudades esperando la menor oportunidad para cometer fechorías.
Llama la atención comprobar la tranqilidad que hay por la calle después de ésto. De todas maneras no hay que asombrarse. El Estado Español es, hoy por hoy, uno de los países mas tranquilos de Europa. La delincuencia ha descendido mucho desde los años ochenta. Y sin embargo este país ha experimentado un endurecimiento del sistema penal sin precedentes. Los últimos códigos penales han ido aumentando los castigos, eliminando la redención de penas gracias al trabajo, y, en definitiva, a explotar al límite las posibilidades punitivas de nuestro sistema legal.

A mi entender se podrían señalar dos causas de este disparate legal. En primer lugar el asentamiento de un populismo "jurídico-penal" sin precedentes. Desde principios de los noventa y, curiosamente, coincidiendo con el establecimiento de las televisiones privadas, se fue instalando un alarmismo social sin base real alguna. Sobre todo a partir del crimen de Alcasser se fue generando una conciencia de que a los delincuentes se les había tratado con excesiva suavidad y que había llegado la hora de endurecer al máximo las leyes. Fue tanto el alarmismo generado en aquel momento que la propia "alarma social" se convirtió en un criterio por que los jueces podían aplicar nada menos que para aplicar la prisión preventiva.
Por otro lado hay una razón que se ha venido observando en varios países. Loïq Wacquant en un libro titulado de forma contundente Castigar a los pobres (Gedisa, 2010) ha relacionado este fenómeno con el ascenso del Neoliberalismo. En este libro ha estudiado el sistema penal y penitenciario de los Estados Unidos (que el mismo autor señala que se está implantando con rapidez en Europa) y ha observado un incremento vertiginoso de la población atrapada en el sistema penitenciario que no guarda ninguna relación con la delincuencia real. La explicación que el autor da a este hecho es en primer lugar el afán represivo a las minorías excluídas del sistema (en Estados Unidos los negros y los hispanos) y a su potencial amenazador al sistema. Por otro lado la aplicación de políticas neoliberales ha ido generando una gran cantidad de población en paro con cada vez menor capacidad de integración en el sistema productivo. En este caso el sistema penal ejercería como un sistema de gestión de la población "sobrante" del sistema. En ese sentido llama la atención cómo una parte importante de la población (en torno a cinco millones de personas en los Estados Unidos) pasan la vida enredados o enredadas en un sistema burocrático de gestión de los períodos de libertad o de prisión que por supuesto impide cualquier atisbo de integración. Pero insisto, no se trata de eso sino de la gestión de grupos enteros de población desde la cuna a la sepultura en un limbo social. Ahora cuando el fenómeno de la expulsión del sistema productivo va a aumentar el sistema de regulación carcelaria va adquirir una dimensión mayor.

CASTIGAR HASTA EL FINAL

En una sociedad tan "progresista" como la nuestra, que se escandaliza con las penas de muerte en los Estados Unidos, basta con rascar un poco para encontrar un afán justiciero de carácter parecido al de ese país. La invalidación de la infame "doctrina Parot" ha llevado a la excarcelación tanto de presos de ETA como de presos de larga duración a los que se había aplicado dicho doctrina (en algunos casos eran presos que habían cometido crímenes de gran "alarma" social), ha provocado una reacción histérica en el país. En lugar de pedir cuentas a aquellos que crearon en su día tal doctrina y los que la aplicaron y aceptar sencillamente que los castigos tienen que tener un final que debe ser aceptado sin más, la gente se ha lanzado a una campaña por alargar las penas que tiene por objetivo la instauración la cadena perpetua, equivalente la pena de muerte en vida. Y es que determinados delitos han sido cargados simbólicamente de características satánicas (fundamentalmente presos de ETA y criminales de carácter sexual) que ahora se ve inconcebible ni tan solo un cierto atisbo de reinserción. Por otro lado la reforma del Código Penal ha aprovechado esta oleada de deseos de castigo por parte de la población para llevar a la reforma mas regresiva del actual período constitucional.

ABOLIR LAS CÁRCELES

Parece que en estas circunstancias es utópico reclamar la abolición del actual sistema penitenciario, pero hoy más que nunca es necesario reclamar el final de esta barbárie. No tiene ningún sentido mantener un sistema generador de una gran cantidad de sufrimiento, que además podría ser sustituido por un sistema de trabajos en favor de la comunidad y de reinserción que podría aplicarse en la mayoría de los casos, reservándose las prisiones para determinados casos muy graves. Esta perspectiva ilustrada de enfocar el problema choca con los instintos agresivos de la población, que se proyectan sobre determinados sectores de la población. Frente a éstos la misión de una Teoría Crítica consiste en el cuestionamento de la aparente necesidad de estas instintuciones:¿Por qué las cosas son así cuando las cosas pueden ser de otra manera? Es la pregunta que hemos de hacernos de ahora en adelante

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